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jueves, 14 de noviembre de 2024
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Cultura

Una mirada desde la alcantarilla. Reposeras

Reposeras

Podía dormir sobre el agua, aflojaba tanto el cuero cabelludo que dejaba de pensar. En una orilla cualquiera, la carne dejaba de tener peso, los pies se ablandaban tanto que podían convertirse en panes. Las mojarras se acercaban y lamían la piel como perros diminutos, como un rebaño de cosas buenas que se mantenían juntas, dándose alimento, dándose cuerpo sin celos de su propia carne.

Sentía lo mismo tirado a la noche en las reposeras, que no eran reposeras sino sillones de tiras con un respaldo alto, una espalda de trono que se reclinaba y adquiría la comodidad casi de una cama, los pies sin tocar el piso, las rodillas abiertas señalando estrellas lejanas. Todas las estrellas son lejanas, pero las que las rodillas buscaban eran dos que estaban de espaldas como bueyes, enfrentadas a un horizonte que imaginaba lleno de arena blanca.

Soñaba cosas despierto, le alcanzaban esas horas de verano, la noche quieta, los motores callados, la campana de la iglesia muda, los pájaros dormidos y ahí su mente era otra, una jungla nueva que se iba armando de a poco, primero con ondas sobre el agua, con plumas que crecían como flores.

Flechas de luz traspasaban su frente y el hombre que volvía de cargar sus manos de cemento, su lomo de piedras, las uñas como adoquines, se dejaba caer en una poesía intraducible que lo contenía a él fuera del mundo, que lo salvaba, como sólo lo hacen las cosas que no son de nadie y están para todos los sueños.

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