Para Maru
Los peces koi podrían despertar
al dragón que duerme
entre sus branquias.
Mis pequeños volcanes contienen
el amor que guardo como a una primera chispa:
los hocicos húmedos, las voces de los árboles, dos curvas y el muro
cubierto de enredaderas, la madera entre los libros,
el bosque de la noche guardado en los párpados.
Los peces koi podrían ser dragones.
Despegar su pecho de la cascada, sobrevolar la corriente,
lanzar con furia de incendio lo que sus mandíbulas ajustan.
Tengo una llama ahogada en el estanque, la brasa en los bolsillos,
acaricio las pelusas finales de la costura, desenredo poemas abollados.
Mi querido pez japonés, esta carta es para vos.
Las letras se disuelven y la espalda estampa
un atardecer sobre las costas.
Tengo una isla en el corazón,
lianas que se hunden en el fango,
el borde dorado de las cosas de dios,
las leyendas enfundadas en la lengua.