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viernes, 25 de octubre de 2024
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Cultura

Una mirada desde la alcantarilla. Mi cuerpo es la voz

La voz es mi cuerpo

Anoche pensaba en lo triste que debe sentirse no poder explorar la propia voz, tener vendida la posibilidad de hacer uso de la voz en espacios públicos, tener miedo de hablar o de escribir por sentir la fragilidad en relación a un trabajo. Incluso siento que hay poca honestidad cuando por privado acercan un mensaje diciendo “estoy de acuerdo pero no puedo decirlo porque estoy trabajando en tal o cual espacio”. Perdón pero no lo creo. Perdón tampoco, no siento deber ninguna disculpa. 

Mal o bien, equivocada o acertadamente prefiero hacer visible lo que pienso, encontrarme en la libertad emancipadora de buscar justicia y verdades, de encontrar reflejos incómodos, de hallarme falible pero no subordinada al qué van a pensar de mí. Siempre pensamos y solemos hacerlo mal, lo hacemos inevitablemente, pensamos de la gente y opinamos: de los cargos que ocupa, de la política, de los políticos, de los familiares, de los comerciantes, de los empresarios, de los contratados, de los amigos que se hacen amigos de los nuevos funcionarios. Está bien que sea así, hay que sostener una crítica en búsqueda de acciones transparentes, de gestos genuinos, de cosas que se hagan bien.

No me gusta esconderme en las esquinas de ningún cuartito seguro que me llene la boca o me la tape, ya sea con billetes o con miedo. No podría trabajar en ningún lugar en el que me dijeran hasta donde si o hasta donde no, acuerdo responsabilidades, acuerdo exploraciones valiosas de mi oficio y de mi posición de mujer que escribe y que además mira el mundo con asombro, con desconfianza, con seguridades y perplejidades. Esto habla bien de los lugares que confían aún así en las cosas que puedo ofrecer, porque debo decir también que trabajo mucho, en muchos espacios que abordan la escritura y la literatura desde distintos ángulos y lo hago porque me desafían a ver si puedo y porque es con la misma fe en el lenguaje, en la belleza que puede hacer nacer hasta de las cosas feas. Y porque además sin trabajar mucho, sin repartirme en varios lugares tampoco subsisto.  

Creo que la capacidad de construir visiones distintas, de agrandar el horizonte de una mirada, de mostrarnos también contradictorios y conflictivos está ligada a la libertad crítica de poder decir. De poder pararnos en la complejidad humana. 

Si la voz fuese una semilla, sería de esas que afloran en los lugares menos esperados. Hay un árbol que lanza unas pelusas que giran sobre sí mismas como un pequeño remolino. Tienen esa forma a propósito para llegar con el viento y con la brisa, a lugares donde no se las espera. Pienso así las palabras, algunas robustas hechas árboles inmensos, otras caías en grietas entre cemento, otras perdidas en canaletas. Nunca inútiles. Nunca aceptando que le pongan un precio.

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