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sábado, 5 de octubre de 2024
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Una mirada desde la alcantarilla

Fundar clubes

Por Belén Zavallo

Para hacer un club hacen falta dos, dice un cartel. Pienso en las reuniones con poquísimas personas, en la intimidad y en las palabras flotando sobre las pelusas. Palabras que no caen en ningún hombro, la liviandad de las cosas buenas, dichas para ser olvidadas y para ser buscadas siempre. 

Me gustaría fundar el club de la luz de invierno. Salir a buscar la calidez con la piel desprendida de la carne. Se trataría de sentarse a esperar que la luz nos dé calor y después jugar a cazarla. Correr atrás de ella, cantar en silencio sobre las tablas que se imprimen a través de la persiana de cedro.

Espolvorear con canela la espuma de luz, hacer avioncitos con la cuchara hasta llegar a la boca nueva del niño. Esto es luz dulce para la siesta.  El paladar atrapando las partículas, la campanita del fondo de la garganta tañendo suave. 

Palomas abriendo el vuelo desde el escote de la infancia. 

El calor de la bufanda es otro aliento de la luz. 

Mamá nos ponía colonias en los pañuelos brillantes y los planchaba, así nos curaba la tos o nos apoyaba la luz en la jaula de nuestras costillas. El perfume de la luz tiene la textura de la seda. 

El club de la luz con un fondo de versos que se deslicen por a barranca frente al río:

El mundo es un pensamiento realizado de la luz. Un pensamiento dichoso. De la beatitud, el mundo ha brotado. Ha salido del éxtasis, de la dicha, llenos de sí, esta tarde, infinita, infinita, con árboles y con pájaros de infancia ¿de qué infancia? ¿de qué sueño de infancia?

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