¿Qué se siente volar? ¿Cómo se ve la ciudad desde las alturas? Luisiana Ávalos tiene la respuesta a estas preguntas, ya que esta semana se recibió de piloto privado de avión y, de esta manera se convirtió en la primera gualeguaychuense en obtener esta habilitación por parte del Aeroclub de nuestra ciudad.
Por estímulo de su padre, la joven de 20 años siempre estuvo metida en el mundo que circunda al aeródromo desde muy chiquita, por lo que su curiosidad en torno a esos pájaros metálicos surgió desde hace mucho tiempo. Sin embargo, no fue hasta después de la pandemia que algo en su interior hizo clic y comenzó a pensar en la posibilidad de volar.
“En las primeras horas de vuelo conocés el avión, los instrumentos, las sensaciones que se experimentan al estar en altura, porque puede que la primera vez te baje la presión, porque estamos acostumbrados a la tierra. Es un cambio grande y tu cuerpo lo siente. Los instructores quieren que te familiarices con esas cuestiones y después que te interiorices en las maniobras y los instrumentos: el altímetro, el velocímetro, cómo leerlos y cómo distribuir tu atención a todas esas variables. A su vez no sólo tenés que mirar los instrumentos, sino también hacia afuera”, detalló la flamante piloto.
Como parte de las primeras experiencias, los estudiantes vuelan distancias cortas, por lo que deben tomar como referencia la geografía de la ciudad que se ve abajo; sin embargo, alejarse del ejido urbano supone aprender a guiarse a través del panel instrumental del avión.
“La primera vez que hice un viaje más largo me perdí, me costó varias veces. Recuerdo que fuimos con el instructor a San Pedro para hacerle una revisión al avión. Es bastante difícil”, señaló de forma franca Luisiana.
No obstante, la gualeguaychuense reconoció que lo más complicado es el aterrizaje, sobre todo porque las condiciones meteorológicas cumplen un papel fundamental a la hora de llevarlo a cabo: “Con la práctica lo vas afinando, eso es lo más desafiante para un piloto. Los instructores te dicen que tenés que volar en muchas condiciones porque te puede pasar que cuando despegas todo está bien, pero al momento de aterrizar cambien y eso dificulte tocar tierra”, reconoció Luisiana.
Surcar los cielos con confianza
La imprevisibilidad del tiempo es uno de los factores que los aprendices deben tomar muy en serio y que los instructores deben dar a conocer, ya que es indispensable que, quienes se convertirán en pilotos, sepan manejar el estrés y el nerviosismo para no cometer errores, sobre todo teniendo en cuenta la gran distancia que los separa del suelo.
“Te están enseñando todo el tiempo cómo reaccionar y sobrellevar alguna situación de emergencia, tenés que saber manejarte con el estrés. Hubo situaciones que me pusieron nerviosa por las condiciones del viento, pero no hay que tener miedo, hay que estar muy segura”, afirmó la primera piloto mujer del Aeroclub.
De hecho, una de las cualidades que evalúan los examinadores a la hora de conceder la licencia para volar son las maniobras de emergencia. A Luisiana le pidieron realizar una maniobra de 360 grados que se utiliza cuando el motor experimentas alguna falla. También le taparon los instrumentos con los que se guía durante el vuelo para simular un desperfecto.
“Uno de los parámetros que podés tener en cuenta en ese tipo de situaciones es cómo se siente tu cuerpo, ya que a partir de él poder percibir a cuánta altura estás. Además, hay maniobras que las hacemos a una determinada altitud y de tanto hacerlo vas tomando conciencia de cuánto son mil pies y las referencias geográficas”, apuntó Ávalos.
La inimaginable sensación de estar sola en las alturas
Al igual que la primera vez que se maneja un auto sin acompañante, pilotar un avión sin instructor es especial, una apuesta personal de confianza, tanto propia como de quién enseña.
“La primera vez que volé sola no lo podía creer porque estaba haciendo un vuelo de instrucción normal y, en un momento cuando aterricé, el instructor me dijo ´me bajo acá, vas a hacer el primer vuelo sola’. Es un acontecimiento gigante, todos te felicitan, es como un bautismo. Me dijo todo lo que tenía que hacer y lo hice. Sentí muchos nervios, pero tuve plena confianza en mí”, recordó Luisiana.
Sin embargo, advirtió que una vez que se obtiene la licencia, aunque la misma autoriza a volar sin acompañante, no se pueden hacer largas distancias, sino que se debe seguir instruyendo y puliendo muchas habilidades.
Antes de poder recibirse de piloto, Luisiana Ávalos tuvo que completar 40 horas de vuelo y estudiar, ya que una de las partes que componen la evaluación es un examen de 100 preguntas: “Son conocimientos que luego los aplicás en la práctica”, aclaró.
Luego de mucho compromiso, dedicación y muchas horas volando, Luisiana está en condiciones de responder qué se siente volar: “A mí me genera un sentimiento de satisfacción, de saber que estoy haciendo algo que me gusta. Cuando bajo del avión me siento realizada y muy agradecida de poder hacer esto. Fue mucho el esfuerzo, pero a la vez cuando vuelo no lo siento como un trabajo, es algo que me gusta, pero tenés que ponerle pilas y ganas”.
Luisiana manifestó que le sorprende ser la primera piloto recibida del Aeroclub, ya que ella ve muchas mujeres que aterrizan en el lugar: “Creo que el hecho de ser la única que tiene la licencia en Gualeguaychú es porque es una actividad aún no muy conocida y que no se ha difundido demasiado. Quiero que las mujeres se animen y que sepan que tienen un espacio gigante para participar”.
A la par que terminó su formación para obtener la licencia, Luisiana cursa la carrera de Derecho en la ciudad. Sin embargo, le gustaría seguir sumando horas de vuelo para continuar con esta actividad. Incluso confiesa que en algún momento le gustaría poder vivir de volar.
Fuente: Ahora El Día