Claveles
Cuando era chica los claveles me parecían hermosos, me encantaba el perfume, llevarle uno a cada maestra en su día, verlos en los floreros frente a la Virgen Milagrosa de la escuela, en los estantes del comedor donde mi mamá acomodaba platos como adornos, una sopera que solía lustrar y no usar nunca, mezclados entre portarretratos de los niños que había amado.
Los claveles tenían el borde desparejo, como si algo los hubiese cortado mal y una chispa eléctrica de un tono oscuro que se repartía entre sus pétalos. Me gustaban los pimpollos, unos botones duros, encerrados sobre sí mismos, celosos de su misterio.
Alguna vez, vi a mi padre sosteniendo un ramo de flores. La cara infantil del entusiasmo que coloca a los hombres duros en portadores de un corazón.
De grande, empecé a ver los claveles como una flor de cementerio, me parecía imposible separarlos del olor al agua podrida por los tallos blandos, perdiendo flecos como algas.
Todos los domingos mis hijos me traen hasta la habitación un puño de flores, a veces fresias, a veces jazmines o rosas rojas. Esperan antes con ansiedad que el padre les silbe, la señal para correr y tramar la entrega. Yo los espero agazapada, me asombro aunque sepa de qué se trata. Siempre sus rostros traen consigo una emoción olvidada, un gesto que les marca el trazo nuevo. Cada día crecen, hablan con más sonidos, nombran con precisión las ramas del deseo.
Quiero pensar cómo se construye un jardín, de qué están hechas nuestras afinidades con los tonos, las texturas que creemos reconocer también cambian.
Escribe Sonia Scarabelli:
¿Será cierto
que hay flores que prefieren
abrirse sobre aguas oscuras,
serán ciertos
los fugitivos actos de memoria
que descubren,
apenas entrevisto,
el amoroso borde
de una forma completa?
Cuando del denso espejo,
de la superficie azogada
que prospera
en toda vida,
emerge un ciego
resplandor de plata
¿qué pez será
moviéndose en lo hondo
el que así vuelve?
¿Qué nota breve
ofrecida por el relámpago,
sesgo
de otra inaudible
pero más vasta música?
¿Rémora en leviatán
o apenas dócil
cardumen ondulando
en danza
bajo el sueño?
¿Hacia qué móvil mar,
hacia qué mayor
misterio quieren ir
de ese modo tan frágil,
si es cierto
que hay flores que prefieren
abrirse sobre aguas oscuras?