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“Escribir una memoria y considerar la importancia de otro ser humano es tratar de acreditar lo que de otro modo tal vez pasaría inadvertido, en parte por el reconocimiento de que en todos nosotros hay misterios y en parte por la identificación –dentro de esos misterios de virtudes. Una vez más, no es tan diferente de lo que vemos cuando leemos un relato de Chéjov, ni probablemente muy diferente del problema con que cualquier hijo se enfrenta cuando piensa en sus padres y se pone a evaluarlos. La vida más verdadera, por supuesto, es siempre la vida que se vive. Pero la forma en que yo, su único hijo, puedo valorar e individualizar mejor la vida de mi padre y sus virtudes es verlo tal cual él la vivía a mis ojos, es decir, sin la superposición de un conocimiento posterior y desdichado; la vida vivida como si siempre fuera a haber un mañana, hasta el momento mismo en que ya no lo había.”
Richard Ford
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Anoche alcancé a ver una parte de la película documental que Robert Downley Jr dirige para y sobre su padre. Un modo de extenderle la vida o de entenderla. Robert Downley Sr. aparece en cada escena y se vuelve a su pasado como cineasta. La película puede leerse como la novela de Richard Ford “Entre ellos”, la mirada del hijo siempre empuja más el filo de lo que ahueca y va hacia adentro de las fibras humanas. El padre del actor es mostrado con sus aciertos y fallas. Y la crudeza del que escarba no es nunca ensañada, es una necesaria búsqueda para perdonar y entenderse.
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En Poema tardío a mi padre de Sharon Olds dice:
De pronto pensé en ti
de chico en esa casa, los cuartos sin luz
y la chimenea caliente con el hombre frente a ella,
silencioso. Te movías a través del aire pesado
en tu belleza, un niño de siete años,
indefenso, inteligente, había cosas que el hombre
hacía a tu lado, y era tu padre,
el molde del que estaba hecho. Abajo en el
sótanos, los barriles de manzanas dulces,
recogidas del árbol bien maduras, se pudrían y
se pudrían, y más allá de la puerta del sótano
el arroyo corría y corría, y algo no te fue
dado, o algo te fue
quitado, algo con lo que habías nacido, de modo que
aún a los 30 y 40 te llevabas
cada noche la medicina aceitosa a los labios para que te ayudara
a caer en la inconsciencia. Siempre pensé que
el punto era lo que nos hiciste a nosotros
como hombre grande, pero después recordé a aquel
niño formándose delante del fuego, los
pequeños huesos dentro de su alma
retorcidos y rotos desde el tallo, los pequeños
tendones que sujetaban el corazón en su lugar
se quebraron. Y lo que te hicieron
tu no me lo hiciste. Cuando te amo ahora,
me gusta pensar que le estoy dando mi amor
directamente a ese niño en el cuarto del fuego,
como si pudiera llegarle a tiempo.
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Hace seis años que los martes durante la tarde doy taller de escritura. Mi padre suele llamarme ese día en ese horario,o los domingos mientras tomo un seminario de filosofía. Ya se lo he dicho pero se olvida, no alcanza a registrarme. Yo no le respondo ni le devuelvo la llamada después, ni le aclaro en un mensaje porque sé que no lo lee. Antes me enojaba que no hubiera nada más allá de él. Hubo un tiempo en que si pensaba en mi padre tarareaba una canción infantil que decía “primero mis dientes, después mis parientes, primero en sentarme, primero en comer”. Es decir yo volvía a ser una niña que tironeba del ruedo de su pantalón. Hoy su figura no me carga de preguntas, ni de reproches, un trabajo que se movió leyendo a poetas y a narradores como Richard Ford, María Negroni, Lorrie Moore, Sylvia Plath, Alejandro Zambra y una lista interminable de nombres y breves escenas que arrojaron su luz sobre las sombras que yo misma hacía crecer.
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Entre las personas que tallereamos hablamos del poder de la literatura, no como una magia, sino esa forma de transformarnos en otrxs. Confesaba que para mí siempre la literatura me quita el peso del propio cuerpo y que es un acto necesario el salirme de mí para ser más humana, para conocer y habitar otras voces, para olvidar la propia, para reforzarla. En una entrevista que dio Alejandro Zambra hace unos días, a raiz de su visita a la Argentina dijo: "La literatura, la escritura, la lectura, niegan el tiempo; lo que hacen es suspender la vida, para reanudarla. Es muy importante ser conscientes de ese pliegue; Los que escriben y los que leen lo sabemos.En la literatura te sientas a escribir y ya no sabes lo que estás haciendo porque de pronto aparece una palabra o un personaje que ni sabías que tenías; en la lectura pasa algo similar".
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