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Llevo seis días tosiendo, me hice el test de covid y dio negativo, el resultado solo funcionó como alivio psicológico pero el cuerpo sacudido con vehemencia por el propio reflejo me sostiene en un ritmo sísmico insoportable. Siempre recibo los libros mensuales de Jacaranda que elijo con una disposición física, comparable a la extensión del brazo para que le inyecten suero. La poesía cura.
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Conocí a Claudia Masín este año en la Feria del libro “Paraná Lee”, llegó con campera de cuero y labios rojos, las gafas como vincha sobre el pelo, su pareja fotógrafa la acompañaba y sus flashes iluminaban los movimientos. Las dos estrellas como Thelma y Louis rompían la estética predecible sin magnificar ninguna pose. Conversamos en una conferencia sobre sus libros, desde que me designaron como anfitriona estuve leyendo y releyendo su escritura, la prosa enhebrada por su escritura poética, su poesía corriendo como cuadros narrativos, la hibridación de los géneros. Pero hay algo más profundo en sus poemas, quienes escribimos para bordar encima de la herida, para soportar el dolor, para transformar la historia la vivida, la inventada o la sentida, percibida como propia aunque sea ajena, la lectura de Claudia permite entender(nos), opera como un soldador que funde la mirada sobre a experiencia escrita. Leyendo su obra somos otra/otro/otre.
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Fernanda Álvarez se para en el centro de la escena, tiene en sus manos un libro abierto como un mago sostiene un conejo. Lee uno de sus poemas que quedaron seleccionados en la premiación Entre orillas de este año. Es magnética, la primera vez que la escuché leer, sacó un poema de una vasija con harina. Actuó de amasadora y terminó dándonos de comer pan. Lee un poema que tituló "Las cosas que" y que va desgranando las posibilidades trunas que ese yo fue desechando. Llegando al final del texto la voz de Fernanda se quiebra como si estuviese cayendo el techo del hielo de la heladera. Una capa fina sobre el paladar que pisa con la lengua.
eché a perder un par de dientes
y de arder por dentro voló un pedazo de pelo
me dejaron tres maridos
y las promesas de una casa construida con dos pisos
fui abandonando la idea de ser una joya
lisa y llana como una perla
desprecié andar en bote por largos lagos
sin dar de comer a los gansos que graznan desde lejos
sacrifiqué lo de ser artista
o técnica dactilógrafa
para subir y bajar de los aviones
pudo olvidar las ganas de
cosechar habas en Tafi del Valle
y arroz en Okaído
dejé de lado lo de filmar la mejor película de todos los tiempos
me tragué la angurria de ser estrella
de Jolibud sonriendo a cámara
misteriosa, inclinada y muy bien maquillada
lejos quedó la gloria de pegarla
de ser nombrada en titulares con epítetos hiperbólicos
se fue extraviando la posibilidad de ser conferencista
aplicada a las ciencias blandas
vi estropeado el cuento de tener 5 hijos
una cada dos años
que me rodeen de dialectos y cariño las tetas llenas de leche
la casa caliente
el trajín despertando el sentido práctico
nada de enrosque
sólo mermeladas y quemadillos
fracasó el plan de aprender a construir un barco
no hacía falta que sea inmenso
botarlo al mar
llegar al África
madre nuestra
y andar pegada al ritmo negro
ser negra
y bailar en el teatro colón junto a Maia Pisiskaia
tuve que resignar lo de aprender botánica
herrería, estudiar bibliotecología
y tener un vivero con amigas
se me fue la oportunidad de ser doctorada en lengua
lamber a Brad Pit y Anyelina Yoli
conocer a Circe Maia
pedirle que sea mi abuela
y pedirle a mi abuela que haga esa película que ve
a la noche antes de dormirse
no pude decirle al señor que no mate a mi hermano
jalarle el arma, tirarla lejos
ni advertirle a mi hermano que si tan rápido iba a irse
me lo hubiera dicho
así no perdíamos tanto tiempo en perdernos
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Ferny Kosiak camina en la misma alfombra con el micrófono en la mano que también usó Fernanda. Su voz es clara como el agua del río que parece oscura de lejos, pero cuando la sostenés en las manos, ves las líneas de la vida. En su cuento seleccionado aparece un unicornio, una madre, un jardín. Siento que alcanzo a conocer más a mis amigos en sus textos. En un momento el relato "El relincho del unicornio” abre un flashback hacia el pasado del narrador, abre la memoria y se filtra la posibilidad de ser de nuevo el soplo que construyó esa voz:
“Y entonces un nuevo recuerdo, de la nada:
Cruzábamos la diagonal de una plaza de Paraná. Mi hermano y yo éramos muy chicos y estábamos de paseo con otra familia que tenía dos nenas de la misma edad que nosotros. Desde uno de los bancos alguien pide una limosna. El otro padre hace una burla breve y sigue caminando. Dos o tres pasos más adelante nuestra madre nos toma de la mano y nos obliga a desandar. Saca unos australes de algún lado y se los da al pobre. Mientras nos apuramos para alcanzar a los demás nos dice:
-Jesús dijo que lo que hacemos por los pobres lo hacemos por él.
Y capaz que en ese momento hubiera preferido que me diera esa plata a mí que no tenía ni juguetes ni golosinas.
Hoy sé que fue dinero invertido con sabiduría eterna.”
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Quienes escuchamos, nos conmovemos con ellxs. Dice Claudia Masín en “Curar y ser curados. Poesía y reparación” el último libro en forma de ventanas que deslizan una luz que “la escritura poética abre un resquicio, una grieta: habla acerca de lo que no pasó pero podría haber pasado, y al nombrar aquello que hasta ese momento no existía en ningún lado, lo hace existir.” y se pregunta:
“Y si el pasado mismo es posible de transformar, ¿cómo no lo serían el presente, el futuro? Aquí, en su capacidad reparatoria, reside el potencial verdaderamente revulsivo de la poesía. Mediante la imaginación, nos permite construir una realidad alternativa que no acata las disposiciones del discurso dominante, comunicacional, informativo, para el cual hay hechos objetivos, hechos incontestables y concretos.
Para el discurso poético, hay hechos que pueden volverse del revés, que pueden revertirse, reversionarse, invertirse, y en ese movimiento hacen vacilar los mandatos mismos sobre los que edificamos nuestras vidas. Nada es como creemos que es en el territorio del poema. Siempre puede ser otra cosa.”
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La poesía cura, dije en el principio pensando en que es la posibilidad de salirnos de nosotrxs. Olvidarnos de nuestra tos, de nuestra cápsula de malestar, de nuestra burbuja de privilegios. Leyendo a otrxs, accedemos a vidas que no tenemos, a historias desconocidas, a geografías inexploradas.
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