martes 26 de marzo de 2024
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Una mirada desde la alcantarilla

Parentescos

Nos une algo más que el espanto

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Crecí mirando fotos que no eran mías: había un gran álbum inaugural, el de la boda de mis padres, con hojas finas que separaban las páginas y la cronología de las ceremonias. Siempre me gustaron las imágenes y preguntar por las caras. Mi abuela Pilar para mí es un misterio, sé pocas cosas de ella que tienen que ver con la experiencia del vínculo de mi madre y de mis primeros hermanos, cuando yo nací, de parte de mi padre, ya no tenía ni abuela, ni abuelo, ni tío. Un padre callado y solitario con el que nunca pude deslizarme por el lago de sus historias. Mi papá no es ni bueno ni malo, es un buen fantasma al que le he visto las hilachas como hombre tratando a una buena mujer, pero entre nosotros como padre e hija siempre hubo una imposibilidad para encontrarnos, yo lo juzgo como sentí que él siempre lo hizo y ese hielo es lo que me detiene. Ya no sufro parada frente a esa puerta, antes sí, lloraba por él a escondidas, me parecía una injusticia que no le importara acercarme a su historia, ahora guardo sus pocas anécdotas como la de un hombre lejano que siempre será un enigma en mi vida, como una adivinanza que ya no me perturba.

*

Entre las fotos que me atrajeron de chica siempre había una mujer hermosa, un tía política que conocí como La Lucky, me dijeron que era profesora de literatura y que había sido la primera mujer de mi tío José, que después de separados ella había muerto de cáncer. Las nenas que estaban en el álbum familiar de mi madre eran las tres hijas de ese matrimonio que no funcionó y tres primas que aún no conozco personalmente. Llegué tarde a muchas cosas que pasaron en mi familia por nacer quinta después de varios años de la primera tanda de hermanos, pero esa distancia me permitió avanzar sin prejuicios sobre las etapas finales de la vida de esos personajes con lazo sanguíneo que se me presentaban como tías políticas, primas hijas de, etc.

*

Un poema de Fabián Casas siempre se me aparece cuando pienso en los parentescos:

Aviso

La familia es una patología

que te acompaña toda la vida.

Por eso pongámosla en la heladera

para que no se pudra.

*

Anoche lloré de emoción, empecé a leer una carta de mi prima Lola que escribe con la misma belleza que me atrajo siempre en la cara de su madre, es la hija del medio de mi tío José, ese hombre al que yo quise mucho, con quien pasé vacaciones y de quien admiré su forma de conducir una familia. Es decir, no conocí su historia con Lola, conocí apenas, en verano sobre todo, la última etapa de su vida con una hija chiquita que la veía crecer con su amor. Quizás mi mirada estaba sesgada por el deseo propio, lo idealicé seguramente con la ingenuidad de la infancia, pero en mi memoria el tío era un buen padre. Por Lola sé la otra parte de la historia, un costado doloroso que me enfrenta con mi pasado y que me ubica en la vereda de las primas que aún no he abrazado nunca. No me interesa contar cómo encajan las partes del rompecabezas de la novela familiar, porque me incomoda exhibir las heridas ajenas, me moviliza cómo la escritura tiende y extiende el trazo, como la fibra logra absorberse en el cuerpo.

Cómo desde nuestra lengua todos podemos ser mejores o peores, como los ángulos nos hacen tridimensionales y nos espejan con vidrios de arena dispersos en un mismo desierto.

*

En la foto de la mujer hermosa que había sido mi tía, siempre me quedaba mirando la sonrisa, mi prima que escribe se ríe igual que su madre y tiene los ojos brillantes y, a ella también, la veo a través de imágenes por las redes en las que nos tenemos. La belleza heredada y esa condición innata de escribir bien, Lola me cuenta un retazo de su vida, una parte fundamental que yo apenas vislumbraba desde donde mi madre podía ponerle palabras, porque si hay algo que admiro de mamá es su capacidad para descubrir velos, sus ganas de ser siempre lo más honesta posible frente lo más cercano, mirar con lupa, decir sin telarañas en la lengua. Nos une el espanto con Lola, pienso. Pero también el amor por la literatura, la lengua sostenida en la escritura para reparar los daños, encontrarle la metáfora a la violencia para decir mejor.

*

Mary Oliver dice el poema forma parte de un largo documento sobre la especie, la carta de mi prima se mueve en esa dirección, la de un río sanguíneo que fluye y se encauza, que nos encuentra en un muelle en el que nos creíamos solas.

*

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