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¿Qué se puede decir de un libro de poemas que nos dice todo? ¿Cómo hablar de algo contundente? y además ¿cómo despegar la amistad con quien escribe cuando lo que leemos nos invita a meternos más adentro de su historia íntima?
Las cosas no mejoran con el tiempo de Manuela Mántica es un libro que recorre los lazos sanguíneos y que como un microscopio se mete en las venas para ver dónde muta la sangre, qué río seguirá corriendo en otros brazos, dónde se obtura la lengua. Leo con prisa, no con el apuro del tiempo, con la avidez con la que agarro las cosas que me gustan: la caja de bombones en la madrugada, las papas fritas, las prendas de ropa del perchero, las piedras que brillan en la orilla, las flores de jazmín y los poemas necesarios.
Ayer abracé a mi amiga y la felicité por su primer libro, empujé a Manuela desde que la conocí para que sean más quienes disfrutaran de descubrirla. No me jacto de esto como un logro mío, sino como un mérito de ella, que leía en nuestro taller y queríamos que siguiera con la voz en alto. Pero Manu se reía, porque otra de sus insignias es jamás tomarse en serio. Un día llegó a coordinar el taller con su hermano menor, Joaquín, otro día con su madre, otro invitó amigxs, otras tardes trajo pan amasado por ella y tortas de vainilla. Perfumó la sala, abríó el tupper, dijo ellos son mi familia. Lloró escuchando a nuestros alumnxs. Nombró a Lacan y a Peri Rosi, dijo inconsciente, dijo salirnos de nosotros es necesario para entrar a la poesía.
Hace unas semanas estuvo internada con su otro hermano Fernando. Escribió sobre su operación (la de él ccomo i fuese propia) porque Manuela te presta hasta las tripas, los órganos, el pulso. Esa es mi amiga, la poeta, la chica de San Justo que llegó a Paraná a estudiar Psicología con unos anteojos en el pecho y un llavero con ganas de abrir puertas y de invitar a que pasaran muchxs.
Entro a este primer libro publicado, los otros los guarda y trabaja en minucia, como cuando abro una heladera ajena y encuentro que está lo preciso para paliar el hambre, para recibir invitados, la consternación de no saber qué es este aderezo, ni cómo usarlo, ni porqué está ahí pero qué lindo saber que es de ella. Tigres, barandas de camas cuchetas, un tornado histórico en su ciudad, el correo, las cartas que el padre cargó en el lomo, la máquina de coser, las cumbias santafesinas, el amor, los hombres mutantes, el deseo de la madre, las plantas que cultiva, la placenta pegada al río de otra ciudad.
En su libro Manuela invita a Sofía Piaf a escribir el prólogo y ella le regala un poema. Nos agradece a quienes solo fuimos testigos de la belleza de sus textos. Pudo publicarlo gracias a la Beca Creación del Fondo Nacional de las Artes y eligió pertenecer al catálogo de Ana editorial de Pablo Felizia. Hoy es su cumpleaños, este libro signa una celebración, los poemas retumban en estas campanas de reyes y magia.
*
La familia es la iglesia más difícil de tumbar
una misa eterna en la que todos lloran
y no hacen nada.
Ni mi madre ni mi padre son santos de mi devoción.
Me construí otros altares
y prendí la fe en otros pechos
que no piden sacrificios para amar.
Ser feliz es una exigencia innecesaria
una contractura silenciosa en la espalda
no la sentís hasta que te duele la cabeza
como una catequesis en las cervicales
la iglesia vive en todo el cuerpo.
*
Durante el tornado de San Justo
mi abuelo puso la espalda
para que no caiga la puerta encima de mi padre.
Mi abuelo no se endereza
su caballo le dibuja los pies que no tiene
cree en la bondad con una fe
que no se apaga ni con el atardecer.
A mi hermano le daba vergüenza
andar en la Ford del abuelo
ahora rogamos que nos busque
para amontonarnos en la cabina
nadie mira para adelante
todos nos detenemos en sus ojos brillosos
no son verdes pero pintan lo que miran
con el color de lo simple.
Mi hermano repite sus gestos
tiene canas como él.
Mi familia paterna huele a cal
yo pongo palabras en la mezcladora
armo casas
con la materia que me dan los sueños.
*
En mi casa hay una máquina de coser desarmada
nunca la mandé a arreglar
mi abuela me enseñó costura
lo primero que hice
fue una muñeca de trapo
no me importaba vestirla
ya sabía que a veces
la ropa nos desnuda
y la máquina nos cose a los moldes
perdí la muñeca
escribo para despegar la piel del hilo
la máquina no tiene arreglo
no todo lo que se rompe está muerto.
*