miércoles 29 de noviembre de 2023
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Una mirada desde la alcantarilla

Halcones como puntos negros

Corazón animal.

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Por Belén Zavallo

Una perra pasea con su dueña por la orilla. El mar muerde los talones. Hay halcones que giran encima a lo lejos.

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Nunca supo que desde el cielo podía venir otra amenaza. Los pájaros ven que Lolabell es grande y planean estrategias que terminan haciéndolos desistir.

La perra de Laurie Anderson es la protagonista de “El corazón de un perro”, un libro escrito en prosa poética. Un libro que por página desarrolla una historia de amor entre una humana y su perra. Un diálogo con la infancia. La voz de la sabiduría. Una dedicatoria a su amado esposo Lou Reed.

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“¿Cómo se llaman esas cosas que ves cuando cerrás los ojos? Creo que son “fosfenos”… los patrones rojizos, esas rayitas y puntitos, esas líneas borrosas que ves flotando cuando cerrás los ojos. Nadie en verdad sabe qué son, ni para qué sirven. A veces parecen surgir por el sonido, por disparos electromagnéticos al azar. A veces, a los fosfenos se les dice cine de prisioneros, una especie de película animada sin argumento, de vanguardia, interminable. O tal vez son protectores de pantalla… patrones de espera que sólo están ahí para que tu cerebro no se pueda dormir.”

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Laurie Anderson es una artista multidisciplinar: violinista, música, poeta, performática. Podría decirse que es una creadora. En una entrevista que le hizo Alberto Badía en los 90´dice que el lenguaje es la llave del mundo, en otra entrevista con un mexicano cuenta que su abuelo sueco se había inventado una historia sobre su origen, cuando ella visita Suecia conoce la verdadera versión y le causa mucha gracia. Dice “los políticos crean historias todo el tiempo, todos lo hacemos¨.

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El corazón de un perro comienza con una escena de parto. Una mujer que va a parir a su perra pero el animal ya es grande. Los médicos parecen desconcertados pero firmes en la tarea de darla a luz en sentido inverso. Meterla adentro de ella.

Te voy a amar siempre”. Palabras de bienvenida.

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¨Este es mi cuerpo de sueño, el que uso para pasear en mis sueños.”

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Escucho su música mientras escribo. No la entiendo pero puedo percibir que esta mujer se adelantó a su tiempo. Experimentó con todas las formas posibles de la comunicación y lo incomunicable. Badía la mira y le dice lo atractiva que es.Es un momento hermoso porque a él le da vergüenza haberse dejado arrastrar por la belleza de su cara. Leerla es eso.

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La vida solo puede entenderse hacia atrás y vivirse hacia adelante, dice en un fragmento en el que cita a Kierkegaard.

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Vivir en el intervalo. Vacío y luminoso.

Lolabell enferma, Elizabeth le enseña a pintar y dibuja telas en rojo brillante, cuadros abstractos con huellas de perra. Luego aprende música. Está ciega y enferma. Laurie Anderson nos hace parte de una historia que también es un sueño. De chica inventaba sucesos, los repartía a sus vecinos. Había un hombre siempre subido a las torres de luz, conectando teléfonos, ella dice que ese personaje era de otro mundo. El mundo de los árboles y la electricidad.

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Cuando Lolabell está por morir, la lleva a su casa con buena comida. Esos tres días finales entiende que aprendió a amar con una ternura imposible. La ternura de los perros.

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El propósito de la muerte es liberar el amor.

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Tengo una coneja saltando en mi costado derecho mientras escribo. Interrumpo y me levanto para regar alguna planta. En realidad, desde que la coneja apareció en casa el jardín es un pedazo de tierra arado. Nunca más llamé para que me cortaran el césped. La coneja come sin parar absolutamente todo, incluso la Santa Rita que tiene espinas. Le servimos alimento, le tiramos trozos de frutas y verduras. Los devora. Cada vez que salimos nos envuelve los pies en una nube, se para en dos patas y mueve los bigotes para besarnos.

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Mi hija mayor tuvo a Cata, su primera coneja, a los siete años Vivió hasta sus catorce. La enterramos en el patio de mi madre. Pipi le escribió cartas, pintó dibujos y cortó flores.

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“Ahora tenés otra forma, sin cuerpo.”

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