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La isla al frente
Veo la isla al frente de la barranca, estiro la espalda sobre este respaldo de pasto verde que cruje en la tela de algodón. Pasto, algodón, huesitos crack. Los animales me esquivan y los bichos me confunden con montañas. Si esta barranca fuese otra cosa que no alcanzo a ver, quisiera que fuera la panza de un elefante inmenso, estar tirada encima cubierta con la piel de los mamíferos que resisten la nieve y el fuego.
La isla al frente está quieta y yo también, sin embargo un río nos atraviesa (como al poeta). Se mueven cosas en el lecho y en las articulaciones el aire empuja consonantes fricativas, saltan pirañas con bocados de carne. Soy una mujer que conoce el movimiento de los huesos, la rotulación de las cadera, tengo la mandíbula de yacaré siempre pronta en una defensa hacia nosotras las mujeres. Hemos parido el mundo y el mundo nos arrincona.
Una isla es un misterio. No. Una isla es la certeza. Estamos solas y nos pesa el miedo: la jubilación nos matará de hambre, los hijos crecerán lejos, las hijas nos darán a sus hijos para que los cuidemos mientras le entregan la juventud al trabajo y a la lucha, las otras elegirán no parir, algunas se amarán entre ellas, peinarán palmeras en un desierto, incendiarán los manifiestos que escriban para cambiar el mundo, memorizarán poemas, articularán palabras como bombas. June Jordan calmará la sed:
Estas palabras
son piedras en el agua
que pasa
La isla al frente está vendida, me dicen, la lotearon los del gobierno, las compraron empresarios que tienen ahí a sus vacas pastando. Un día caminamos las pasarelas hechas con listones blandos de madera, miramos las garzas y los pantanos, supimos del árbol que señala cuánto va a crecer el río, la naturaleza se comunica con todos los seres, un lenguaje blando, hecho de sutilezas mientras los hombres cotizan hectáreas y ponen precios en la lengua masculina que vale para las importaciones y la transacciones en el mercado.
Cuatro caballos caminan en la arena, por el cuero una breve ola recorre el lomo. Esa vacilación late con ellos y con la piel de las mujeres. Vemos cosas nuevas y nos protegemos, temblamos al primer estruendo. Aprendimos que el peligro nos sobrevuela pero aún así conocemos los pájaros, abrimos el puño y guardamos semillas para los picos que vendrán.
Mientras escribo este texto, los jueces Esteban Viñas y Gastón De Marco liberaron al femicida de Natalia Mellan. Zuleika Esnal postea:
“Para cuando preguntan si no estaremos exagerando:
LO LIBERARON.
Secuestró a Natalia Melmann.
La violó durante días.
La torturó.
La quemó con cigarrillos.
Usó el cordón de las zapatillas para terminar con la vida que esta nena de quince años tenía por delante.
LO LIBERARON.
Gracias a los jueces Esteban Viñas y Gastòn De Marco (ES IMPRESCINDIBLE que recordemos estos nombres) RICARDO
ANSELMINI, oficial de la Policía Bonaerense al momento del hecho va a poder salir los domingos a sol que le negaron a
Natalia.
¿Y ahora?
¿Qué le decimos a la mamá?
¿Señora calmese?
¿Está todo en manos de la Justicia?
¿Qué justicia?
Con qué cara se atreven a mirarla, me pregunto.
El 2 de mayo del 2023 la acompañé en una audiencia en Mar del Plata. Recuerdo la foto al cuello. Las lágrimas al borde de los ojos. El pucho temblando en la mano. Recuerdo sus palabras al dia de hoy:
“Asesinan a las criaturas. Las violan. Reprimen nuestro derecho de vivir, de progresar aunque sea en la mayor de las pobrezas. La pobreza no te impide ser feliz. Que asesinen a tu hija, si”.
Durante el juicio vi desfilar testigos declarando como
RICARDO ANSELMINI perseguía con el uniforme puesto incluso, a nenas de trece años.
Natalia no fue la primera.
Y como ya sabemos que el violador es violador toda la vida, si no llega a ser la última, va a ser gracias a estos dos:
ESTEBAN VIÑAS Y GASTÓN DE MARCO.”
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