Sam Ballard tenía 19 años cuando, en una reunión con amigos en Sidney, Australia, lo retaron a comerse una babosa. La plaga de jardín estaba infectada con un peligroso parásito que afectó su cerebro. Estuvo 420 días en coma y ahora necesita cuidados permanentes.
La ingesta de insecto no representaba peligro, pero el ejemplar estaba infectado con angiostrongylus cantonensis, un parásito que provoca mengoencefalitis eosinifílica.
Esto atacó directamente su cerebro y lo dejó en coma. Despertó, pero tuvo que estar hospitalizado por tres años. Posteriormente fue dado de alta con un dictamen poco favorable: había quedado tetrapléjico, informa The Sun.
Ahora tiene 27 años y en este tiempo su mamá, Katie, tenía esperanza de que mejorara, pero ocurrió todo lo contrario. Cada vez más era mayor el tiempo y el cuidado por la enfermedad.
Sus amigos no lo desampararon. Haciendo campañas reunieron fondos para ayudar en su cuidado y recuperación, pero el dinero no fue suficiente, pues conforme pasa el tiempo no dan espera los gastos.
Sam no pudo volver a caminar, mucho menos practicar su deporte favorito: el rugby. Constantemente tiene ataques y su cuerpo no puede ingerir alimento por propios medios.
La familia Ballard adeuda 25.000 euros por cuidados de enfermería y espera la ayuda de un instituto para intentar dar vida de calidad a su hijo.