jueves 28 de marzo de 2024
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Una mirada desde la alcantarilla

Pararse en los pies del otro, anula la existencia del otro

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Por Belén Zavallo

El psicoanálisis no está separado de la literatura, dice Manuela Mántica, una joven psicoanalista y poeta que gestiona ciclos culturales, que coordina talleres de escritura, que lleva a los bares el psicoanálisis en su afán de popularizarlo, que lee sus poemas o que toma el micrófono para entonar tangos, ahora está incursionando en las notas sobre un piano y en los sonidos con el bajo y también está siempre dispuesta a la escucha.

Manuela vendía ropa en un local a la vuelta del departamento que yo alquilaba hace unos años y entre prendas desparramadas fuimos enhebrando una amistad que siempre crece. Trabajaba para estudiar pero también para poder divertirse, cuando no le alcanzaba el sueldito, Manu mandaba una difusión de canelones para el fin de semana o empanadas. Yo se la pasaba la data a mi hermana y después de cada una comer lo que Manu preparaba nos comentábamos qué sabroso, qué bien que cocina, que loca esa Manu con el pañuelo envuelto en la cabeza como en un acto del 25 de mayo y la música bolichera a fondo en su casa. Manuela es la mujer que ríe mientras hace para sostener la risa.

Ayer hablé con ella por whatsapp, tenía natación, yo que cocinarle a la chiquita, ella un paciente, yo la escritura de la nota, no solemos vernos personalmente desde la pandemia pero estamos permanentemente conectadas. Mientras daba vuelta los bifes, Manuela me decía que su encuentro con el psiconálisis fue como descubrir un conjunto de cosas que le interesaban, entre ellas la literatura. “En Problemática Epistemológica yo pude estudiar el romanticismo alemán, con Freud conocer la mitología griega. El psicoanálisis hablaba de lo que me prendía.” Me dijo además que el arte se filtra en la vida, y que en la carrera de psicología no era una extrañeza que se hablara de literatura.

Ella escribe poesía y publica escuetamente en las redes, yo la pincho para que saque un libro. Le pregunto si se siente poeta o analista, nos reímos. “Qué guacha, pero yo no soy esencialista, mientras escribo un poema soy poeta mientras estoy con mis pacientes soy analista. Veo las cosas que hacemos como efecto, una consecuencia del lugar que ocupamos.” En esta conversación le pregunto cosas que escapan a nuestra amistad, a mí me interesa cómo la chica que rasguñaba los últimos días del mes sola, que había venido de San Justo a estudiar, que tenía (y tiene) siempre un grupo random de amigas hoy es una profesional que le escapa al traje de la superación, esa pose típica de quien se recibe y se aburguesa, se olvida del goce y trabaja sin parar en afán del ascenso social que le hace decir con un tono moral superior “todo se logra con esfuerzo”. Manuela no es una bohemia tampoco, es una mujer interesada en el presente y en que la vida, para vivirla mejor implica un esfuerzo de poesía.

En las sesiones los pacientes construyen con lenguaje su experiencia y ahí aparece siempre la metáfora, poetizamos nuestro tiempo, nuestros sueños, nuestra experiencia para poder soportarla y decirla. En su propio análisis, con otro querido amigo que es Johan Schaff, un joven muy cercano a esta filosofía pero que también se dedica a la educación y a la problemática en las escuelas secundarias, Manuela dice que aunque no deja de ser analista se despega porque es su turno de dejarse hablar por el otro, es la manera de posibilitar la lectura que nos condensa.

Sin embargo hay prejuicios sobre el psicoanálisis, en mi crecimiento como mujer de pueblo, el que estaba loco necesitaba tratarse, tratarse como ir al psicólogo o al psiquiatra (al loquero), en este momento ha cambiado la concepción de la salud mental. Sobre esto Manuela me dice “hablamos como fuimos hablados. Todxs por eso tenemos prejuicios, porque antes de nosotros nos instalaron mandatos. Poder reconocerlos y construir valoraciones críticas propias es un ejercicio emancipador.”

–¿Te sacás cosas o te ponés más sentidos encima?

–Cuando yo idealizaba el psicoanálisis, apareció la caída, que la entiendo como una forma de tranquilidad y ahí tuvo lugar la música en mi vida. Por eso pienso que idealizar es como darle el lugar de religión y eso es peligroso.

Cuando Manuela se relaja le pregunto si socialmente, ya en un sistema mayor, el psicoanálisis nos permitiría que seamos ciudadanos más empáticos, ella me sorprende. Me dice que no, que no nos sirve nunca pararnos en los pies del otro porque ahí hacemos que el otro no exista. Por eso no es una cuestión total, es como decía Freud en 1900 una profesión imposible, como la educación.

En mi paraíso

Eva es un bajo

habla y se estira

alcanza el martillo

el yunque vuela con los pájaros

la música toca todo el jardín

los muertos se levantan

caminan alrededor del árbol

comen la fruta

todos los pecados

se pegan a las cuerdas

brillan mi oído.

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