domingo 24 de marzo de 2024
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Opinión

El letargo reaccionario

Lo inquietante de la frecuencia con que aparecen ahora los excesos y abusos de los uniformados. Otra vez, con anuencia de la clase dirigente liberal que necesita a las minorías quietas para sus proyectos y reformas

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Por Pablo Ortiz

Los juicios a represores de la última dictadura cívico militar no tienen como única finalidad aplicar penas y condenar delitos de lesa humanidad. Desde que se derogaron las leyes de Obediencia Debida y Punto final en 2003, un proceso histórico reparador pareció llegar para quedarse y comenzar a sanar las heridas provocadas por el terrorismo de Estado.

Jamás se puede dar por terminado un proceso de construcción de memoria que, por antonomasia, es siempre un proceso, no lineal, por su injerencia en el presente y por su carácter revisionista. Hacer memoria es una lucha diaria. Sin embargo, en la actualidad se han retrocedido escalones.

Bajo el pretexto de la "paz social" y por el accionar directo de miembros de las Fuerzas Armadas, en los últimos meses murieron Santiago Maldonado, Rafael Nahuel y Facundo Ferreira, quienes ilustran esta nota junto a Luciano Arruga, desaparecido en 2009 por negarse a colaborar con la Policía en la comisión de delitos.

Son los casos más resonantes, pero no los únicos, y resulta inquietante la frecuencia con que aparecen ahora los excesos y abusos de los uniformados. Otra vez, con anuencia de la clase dirigente liberal que necesita a las minorías quietas para sus proyectos y reformas.

Esto hace pensar que en 42 años de democracia, y especialmente durante los últimos 15, no existió un saneamiento de las fuerzas y un debate acerca de sus alcances e impunidades, sino más bien se entró en un letargo reaccionario que esperó las condiciones favorables para volver a aparecer.

A esto nos enfrentamos hoy. A una oleada de la derecha a nivel internacional, algunas más blandas y otras más extremistas, pero todas renovadas y negacionistas como nunca. A los nuevos poderes económicos que buscan reacomodar sus alianzas con los monopolios estatales de violencia.

Nos enfrentamos a que un presidente reciba con honores a Luis Chocobar, policía procesado por matar por la espalda a Juan Pablo Kukoc, quien debería haber sido juzgado por la Justicia y no por la impunidad que ostentaron esas balas.

A responsabilizar por su muerte a un joven que murió ahogado porque estaba escapando de la represión. A que un nene tucumano de 12 años y poco más de un metro de altura vea coartado su sueño de ser como Messi por un artero disparo en la nuca. A que un joven fuera demonizado como mapuche para justificar el balazo de Prefectura Naval que lo mató por la espalda.

Y hay más aristas, que parecen cotidianas, como que un periodista celebre "uno menos". Nos enfrentamos a que la clase política dé vía libre para disciplinar la protesta social. A criminalizar las disidencias, cualquiera sea.

A lo nefasto de querer instaurar el "vale todo" y el "algo habrán hecho". A la Justicia, que presume probidad y otorga "2x1" y otros beneficios a genocidas. A la sectorización de los Derechos Humanos, ya sea para adscribirlos o deslegitimarlos, como si fueran un elemento coyuntural o finito.

A la sociedad civil que adhiere a estos manifiestos y hasta los exige. A la responsabilidad que tiene un pueblo con su memoria y su verdad histórica, para sostener la democracia y rechazar el negacionismo. Por esto, el "Nunca Más" debe ser una bandera de todos contra la reminiscencia reaccionaria que aún no fue sanada.

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