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Las personas que se ignoran
En el poema Los justos, publicado en La cifra (1981), Jorge Luis Borges usa la enumeración como recurso para afilar la puntería de los versos finales:
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.
La sentencia parece evocar una tradición religiosa, versículos que se mezclan con una visión particular, Borges siempre reivindica la lectura por sobre su oficio de escritor, siempre trae las artes y en este poema no queda afuera la literatura, la música, la poesía entre las cosas comunes. Y pienso no es que las artes, prejuzgadas como superiores en el sentido del saber que conllevan, queden fuera de los actos mínimos, es que son estos gestos domésticos y cotidianos los que inspiran las canciones, los poemas, la búsqueda cesuda de un rastro de la etimología de las palabras, las complejas partidas de un juego de mesa.
Pienso en Los justos a diario, a veces por cercanía y otras por la actitud inversa propia o ajena. Hace unos días discutí en un negocio porque no me quería dar (aunque pagara) un vaso más que necesitaba para mi hijo. “No puedo porque el local no lo permite” dijo el empleado mal dispuesto. Un vaso descartable de los que se abollan con desprecio, dije qué absurdo. No pedí el libro de quejas para no sentirme arrastrada al viejachotismo y porque una chica, también empleada pero bien dispuesta, apareció y dijo: tomá este si te sirve. Y salí conforme con lo que necesitaba y con un confirmación que generalmente suelo hacerme por gremialista de las mujeres “los varones son ____” y las cosas que no se pueden escribir aquí completan la frase.
En mi casa, como siempre, hay estacionado en mi garage un auto que no es mío, impide que entre a mi casa por el portón correspondiente y cuando llamo al número de tránsito recibo respuestas desopilantes como: ¿está señalizado que es un garage? Y la conversación fluye hacia pongo cartel donde hay un árbol para que diga ÁRBOL como en el apunte de significado y significante de Saussure, en mi frente pego un sticker que diga persona, en las paredes de la casa otro que diga casa. Y así hasta que el llamado se licúa solo en un en fin, la oficina de tránsito para solucionar esto pretende que yo me dedique a la señalización de tránsito y si es así ustedes podrían ir por mi hija al jardín en vez de estar atendiendo el tránsito de la ciudad. pequeñas pero molestas injusticias diarias que me endurecen la piel de los talones, que afilan la lengua con frases desgraciadas, que resienten el cuerpo y el alma.
Los justos es ese poema que salva porque también levantando la vista alguien acaricia a un animal dormido, otra mano cultiva un jardín o alguien sin querer y sin saber nos socorre como lo hizo Borges al escribirlo.
LOS JUSTOS
Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.