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jueves, 10 de octubre de 2024
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Cultura

Una mirada desde la alcantarilla. La maestra de arte

La maestra de arte. Texto de Belén Zavallo

La maestra de plástica 

Con la maestra de artes plásticas tallé un jabón violeta con forma de elefante, hice tarjetas de papel manteca, corté bordes con el punzó, pegué puntillas sobre un marco hecho de puntas de piña, metí una foto mía sonriendo para regalarle a mis padres, llevé sobres con papel glasé metalizado y opaco. La seño María Elena tenía la piel seca, la tiza siempre hacía estragos y dejaba marcas en sus pantalones, pero quería que nos pareciera lindo hacer cosas con nuestras manos: recortar papeles y juntar las sobras, sacar punta a cada lápiz, anotar los elementos para la próxima clase, no olvidar los granos de maiz o el algodón para los paisajes con cosas pegadas encima de la boligoma. Hablaba con la voz del campo, entre firme y desgargantándose, como si algo no quedara quieto en su cuello, tenía los pies grandes y largos, usaba mocasines oscuros, se había bordado el cuello de su guardapolvos con unas florcitas de hilo de seda balnco, tenía anteojos que colgaban en su pecho con dos tiritas hechas de canutillos. No aprendí nada útil en sus clases y eso me gustó, estar en la escuela una hora haciendo que los hilos formen un círculo, pasar un rato pegando papel de diario encima de un globo, las demás nos enseñaban a leer, escribir, sumar, dividir, las geografías y los nombres de la historia. La maestra de arte encendió otra fe, la de la búsqueda de la belleza, la de crear cosas inútiles, la de pasar el tiempo conectada con otra dinámica.

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