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Distracciones
Cayeron dos tazones, reventaron como granizo en la cocina, el bebé se paró en puntas de pie, tiró de un secaplatos y ahí el derrumbe. Una banda sonora para el desastre y el llanto aislando las cosas de lo importante. Todo su cuerpo ileso, los dientes afilados como raíces, las pestañas abiertas iguales a grillos llenos de cantos: esto que pasa es el caos. Me gusta el silencio y su interrupción: un volcán que se precipita sin señales. El hijo aprende en la repetición, en la desmesura por tocarlo todo: manijas de las hornallas, estantes para botellas, el cajón de los platos de cumpleaños. La casa guarda un rincón para que irme su fiesta y su posterior desenfreno. Una casa reventada de infancia con vidrios impedidos de luz: manos y pegotes, la boca abierta como un trueno. Me distraigo de lo que leo y de lo que escribo para verlo, una madre es una arqueóloga. Debe documentar los pasos que hicieron al hombre, hombre; al niño, niño y a la mujer; una observadora.
Un poema de Juarroz vuelve a mí, dice:
Hoy no he hecho nada.
Pero muchas cosas se hicieron en mí.
Pájaros que no existen encontraron su nido.
Sombras que tal vez existan hallaron sus cuerpos.
Palabras que existen recobraron su silencio.
No hacer nada
salva a veces el equilibrio del mundo,
al lograr que también algo pese
en el platillo vacío de la balanza.
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